lunes, 9 de agosto de 2010

Mi primer cuento (Sin título - 2002 creo)

Sintió que el dolor se hacía cada vez más intenso, notó que su pie sangraba un poco pero no consiguió mover casi los dedos.
Siempre caminada descalzo por aquel lugar cerca del río donde sí había algo de vegetación; ahora se encontraba en un suelo duro y polvoriento, casi arenoso, podía sentirlo entre sus dedos.
Se sentó y acerco su pierna. No vio mucho más que un hilo de sangre causado por el corte y un dedo roto.
- Causado por el corte, ¿Qué corte?- pensó.
Había creído que una piedra con alguna saliente se había interpuesto con su pie suelto y despreocupado. Siempre iba a esa parte del río, donde doblaba para luego adentrarse en un espeso monte; no era un río de gran caudal, por cierto, pero un árbol como arrancado de un libro se levantaba ahora en la orilla con su sombra.
Sentado donde estaba giro sobre si y examinó sin mucho cuidado aquello que parecía un pedazo metálico de algo. Lo que antes no pudo ver, ahora brillaba tenuemente y comenzó a llamar su atención. Enarcó un poco las cejas y no sin olvidarse del dolor – eso sería imposible - se sentó de espaldas al río y a su árbol y a su sombra.
Decidió en un instante que debía ser algún tipo de artefacto sin valor, de otro modo no estaría allí, sus hombros se levantaron un poco y se incorporó.
De cara al agua puso sus pies en el borde y un frío punzante le hizo recordar su breve retraso. Logró componerse después de unos minutos, se recostó y se quedo dormido como solía pasarle.

No bien despertó, un pozo poco profundo se había cavado en donde antes estaba la pequeña saliente. Un cofre con inscripciones indescifrables y de extrañas terminaciones brilló como si el sol mismo se encontrara dentro.
En el interior encontró algo inesperado, de otro tiempo y quizás, de otro espacio. Su corazón latía en todo su cuerpo. El cielo parecía quebrarse y volverse a hacer. De pronto su vista se nublo, y sus pensamientos aun más.
Sostenía ahora un extraño círculo parecido a una corona, y eso era. Esta se acercaba cada vez más al remolino de su pelo. La voluntad que parecía provenir de la tormenta, le daba órdenes con cada trueno.

En ese preciso momento lo dominó una visión: Una lucha inacabable de poderes lo situaron en el centro de la batalla. Rayos atravesando marejadas, rocas inmensas destruían colinas y árboles tan altos que rasgaban el cielo.
Comprendió, desde un lugar sin tiempo, que eso ocurriría de posar la corona en su cabeza; no la destrucción inminente del mundo, sino el poder para hacerlo. Al instante, una energía vital recorrió fría y mortalmente hasta la punta de sus dedos. No pudo resistir más, y la corona descansó en su cabeza. Fue en ese mismo momento, que presenció con angustia y pesadumbre, como un rayo acabó con su árbol. Las nubes le hicieron saber lo que había hecho. El fuego de las hojas se reflejaba en sus ojos, y ardió tanto que acabó por consumirlo.

Ahora no es otrora. No logró recordar mucho, tal vez nada habría ocurrido.
La palma de su mano estaba cerrada, sin apretarla, sino resguardando algo. Como quien abre un libro por primera vez, él abrió su mano.
Una semilla de color oscuro no pudo confundirse en el centro de sus caminos.
Removió la tierra un poco, dejo la semilla y se sentó a esperar.

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